Deja Ir a Mi Gente

por Joel Comiskey, Mayo 2021

Hace poco hablé con un grupo de líderes de una denominación más antigua sobre el ministerio celular. Varios expresaron incredulidad cuando hablé sobre capacitar a los miembros en los grupos de los hogares. La división potencial que esto podría causar les consternó. Su punto de vista de la iglesia estaba estrechamente vinculado con sus edificios.

Durante uno de los recesos, un pastor se me acercó para preguntarme sobre el ministerio celular y para que le recomendara un libro que le pudiera ayudar a comenzar a trabajar con nuevos grupos. Le pregunté qué estaba planeando hacer, y él me dijo que planeaba iniciar cuatro grupos en los hogares, de cuatro diferentes miembros. Me quedé impresionado con su idea, pero mi actitud cambió rápidamente a medida que me daba más detalles.

Dijo que cada uno de estos cuatro grupos sólo se reuniría una vez cada tres meses y que él, el pastor, ¡dirigiría a cada grupo! En la conversación quedó claro que no confiaba en los miembros de la iglesia para trabajar con los grupos. Estaba convencido que él, el ministro, era el único que podía dirigir a estos grupos, ¡incluso si sólo se reunían cuatro veces al año!

Algunos pastores, como el mencionado anteriormente, creen que ellos son los responsables de hacer la obra del ministerio, en lugar de preparar a los miembros para esto.  Ellos no están dispuestos a ceder su autoridad a otros, a pesar de que Efesios 4:11-12 es muy claro al decir que la función principal del pastor / maestro es preparar a los miembros para la obra del ministerio.

En muchas ocasiones he escuchado a pastores hablar de los peligros de permitir a líderes, (miembros) que no reciben remuneración, hacer la obra del ministerio a través de los grupos celulares. Tristemente, la atención se centra siempre en las consecuencias desastrosas, y no en el potencial para el crecimiento del discipulado. Podemos aprender mucho de Jesús y los apóstoles que confiaron en el Espíritu Santo para guiar y dirigir al nuevo liderazgo.

Bill Hull, pastor y autor prolífico en el tema del discipulado, escribe: “El sacerdocio del creyente implica que los cristianos tienen la autoridad y la responsabilidad de ministrar a Cristo como el sacerdocio tradicionalmente lo hizo. Si tu unes el sacerdocio del creyente con el llamado que tiene el creyente para el ministerio,  tienes las razones suficientes para enseñar que todo cristiano está llamado al servicio cristiano”. Dios dijo a través de Moisés: “Deja ir a mi pueblo”. Así como fue cierto en aquella época, es igualmente cierto hoy en día. Dios quiere que su pueblo sea libertado. Él quiere que ellos aprendan a ser discípulos mientras ministran a otros.