Ministrando a través de los Dones del Espíritu

Los Básicos Celulares

Por Joel Comiskey

2017

En 1995, yo era el invitado especial en una iglesia ubicada en Big Bear (Gran Oso), California. Acababa de predicar y estaba parado en el área de recepción escuchando al pastor finalizar el servicio. Sentí una corriente fría que venía de la ventana atrás de mí. Esta ventana en particular, era de esas viejas ventanas que se suben y bajan, que tienen encima un seguro y un borde de metal delgado que rodea el vidrio. Usé mi mano izquierda para quitar el seguro y de golpe la ventana cayó como una guillotina. Cayó con tanta rapidez que no tuve tiempo de quitar mi dedo índice derecho. El filo de metal rebanó la punta de mi dedo y podía ver literalmente la punta del dedo colgando del hueso.

Me estremecí de dolor y corrí por ayuda. Gracias a Dios, muy cerca había un Centro de Emergencias donde me cocieron el dedo en su puesto. Qué día fue ese.

En los próximos meses, pude darme cuenta nuevamente cuánto necesitaba mi dedo derecho para realizar aún las tareas más pequeñas en la casa. Mis otras partes del cuerpo tuvieron que trabajar el doble para realizar aún ínfimas tareas. El dolor me recordaba que cada parte de mi cuerpo es importante.

La Biblia nos dice que somos parte del cuerpo de Cristo. Todos dependemos el uno del otro bajo Cristo. Pablo el Apóstol dice: “Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían, a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él”. (1 Corintios 12: 24–26).

¿Cómo sabes qué parte del cuerpo eres tú? Lo puedes saber a través del don que Dios te ha dado (1 Corintios 12). Todos los dones son necesarios para que el cuerpo funcione apropiadamente. Y ninguno de los miembros es inferior a los otros. ¿Por qué? Porque la manera en que funciona el cuerpo es que a aquellos que en principio parecen inferiores les es dado mayor honra, a fin de eliminar la posibilidad de discordia entre ellos. Efesios 4 lo dice de esta manera: “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro”. (Efesios 4:15–16).

Nos necesitamos los unos a los otros. Tu contribución es tan importante como lo es el dedo para la mano, o la pierna para el pie. El cuerpo funciona normalmente cuando cada uno de nosotros utilizamos nuestro don. También es cierto que no funciona bien cuando sucede lo contrario. Si una parte del cuerpo no está funcionando, el resto del cuerpo se percata de ello. Reunirnos tanto en la célula (grupo pequeño) como en la celebración (grupo grande) es necesario para poder utilizar los dones y ministrarnos los unos a los otros. Hebreos 10:25 dice: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.