EL PASTOR Y SU VISIÓN DE CRECIMIENTO

Liderazgo Pastoral

Por Mario Vega, del libro ELIM

Usted ha escuchado bastante sobre Mario Vega en el capítulo anterior. En este capítulo usted escuchará a Mario Vega. Él escribió este capítulo. Realmente, él expuso este contenido a los mil Pastores que se reunieron en noviembre de 2002 en San Salvador para su conferencia celular, justo antes que el evento de Elim de 150,000 personas tuviera lugar. En este capítulo Mario hablará directamente a los Pastores Principales sobre lo que se necesita para hacer la obra en una iglesia celular. Aun si usted no es un Pastor Principal, este capítulo posee numerosos principios que usted puede aplicar en su rol de liderazgo.

EL PASTOR Y EL SISTEMA CELULAR

El Pastor ocupa un lugar preponderante dentro del sistema celular. Las células no funcionan de manera mecánica, es la obra de Dios y ésta no puede ser realizada si se desliga de los ministros.

Consecuentemente, el ministro es parte indispensable del sistema celular. No solamente es necesario comprender los componentes del sistema celular; es vital que el Pastor comprenda que su ministerio es clave para el buen funcionamiento de las células. El Pastor es el motor que energiza el trabajo celular.

Varios Pastores han visitado El Salvador para participar en nuestra Conferencia Internacional, han recibido las enseñanzas, los materiales y han regresado a sus países a poner en practica lo aprendido. Pero, algún tiempo después vuelven a comunicarse con nosotros porque las cosas no están marchando bien con su sistema celular. Hemos enviado nuestros Pastores a ayudarles y, después de revisar todos los elementos, hemos constatado que los principios celulares han sido aplicados adecuadamente y, no obstante, el crecimiento no se produce. Entonces llegamos a la conclusión que lo que está fallando no es la aplicación de los principios celulares sino el papel que el Pastor debe jugar.

Esta es la razón por la cual nuestra Conferencia Internacional sobre Crecimiento de la Iglesia siempre incluye enseñanzas tanto del sistema celular como de la vida del Pastor. Ambos aspectos tienen igual preponderancia.

Lastimosamente, muchos solamente vienen con interés de conocer el sistema celular como si fuera una fórmula mágica que dará resultado por sí misma y no ponen el empeño necesario a la parte de la vida ministerial. Mientras eso ocurra siempre tendremos Pastores volviendo una y otra vez porque las cosas no les salen bien.

Ninguna iglesia crecerá más que la visión de su Pastor. Las iglesias celulares más grandes del mundo son dirigidas por Pastores totalmente comprometidos con la filosofía de la iglesia celular. Ellos conducen sus iglesias desde la confusión inicial hasta una filosofía celular claramente fundamentada. Estos Pastores creen en la delegación, pero rehúsan delegar la visión de sus iglesias.

William Beckham dice: “La delegación es un principio importante en las iglesias celulares. ¡Pero la visión y el ejemplo no pueden ser delegados! Los líderes principales de las iglesias deben moldear la visión y establecer el ejemplo al vivir en la comunidad cristiana básica durante la fase de Prototipo (iniciando el ministerio celular en la iglesia.) El líder principal debe modelar el tipo de comunidad que espera que cada cual viva. Si los líderes no tienen tiempo para vivir juntos la vida celular, ¿cómo podrían esperar que sus miembros lo hagan?” (note 1)

El Pastor Principal debe estar involucrado en el ministerio celular. En la iglesia Elim, todo el equipo pastoral está comprometido a hacer visitas semanales a las células. Su trabajo está centrado alrededor del ministerio celular ya que las células son la base y vida de la iglesia. Como Larry Stockstill dice: “Las personas siempre se interesarán en lo que el Pastor Principal se interese.” Stockstill asegura que se encuentra íntimamente involucrado en el trabajo celular. Él visita una célula cada semana, él escribe el material celular, él da la visión a los líderes en la reunión mensual, etc.

EL CRECIMIENTO PERSONAL DEL PASTOR

Ninguna iglesia crecerá más que su Pastor. Una iglesia numerosa solamente puede ser sustentada por un Pastor con una gran visión y que crea en un Dios de grandezas. Un Pastor suramericano me expresó que su meta era la de llegar a tener la iglesia más grande en Latinoamérica. Le felicité por su gran visión y le animé a alcanzarla, pero, al mismo tiempo pensé que solamente podrá llegar a tener la iglesia más grande de Latinoamérica, si a su vez, él se convierte en el hombre de Dios más grande en Latinoamérica.

EL PASTOR DEBE CRECER EN SU LLAMADO

Ser Pastor no es ejercer una profesión para la sobre vivencia diaria. Es cumplir con el llamado de Dios para desarrollar la labor de la salvación eterna. Es ser el guerrero que pelea las batallas de Dios.

Si el Pastor no ve el púlpito como el altar donde ha de derramar su vida a favor de los perdidos es mejor que se olvide de las células y del crecimiento.

Muchas veces me han preguntado cómo puede una persona saber si tiene un llamado de Dios. El mismo hecho que la persona pregunte es una evidencia que su llamado no ha llegado a una plena madurez o no lo posee.

El llamado al ministerio es un proceso. Éste puede comenzar de manera muy pequeña, como un sencillo deseo de servir a Dios. Aunque todo cristiano sano debería tener el deseo de servir a Dios, en el caso del llamamiento al ministerio, estamos hablando de un deseo que crece, se desarrolla y madura.

El proceso del llamado no estará completo mientras Dios no muestre tres cosas importantes: Qué hacer, dónde hacerlo y cuándo hacerlo. Mientras una persona no tenga claros estos tres aspectos no debe apresurarse. Su llamado aún no ha madurado y debe continuar esperando, orando y preparándose para el momento cuando su llamado llegue a punto.

EL PASTOR DEBE CRECER EN ORACIÓN

La vida de oración es una característica de las iglesias celulares. Pero las iglesias no se dedicarán a la oración sino bajo el ejemplo de su Pastor. El trabajo celular se impulsa sobre las alas de la oración. Pero, es necesario darle a la oración el enfoque adecuado. La oración no es una moneda con la cual se puede pagar a Dios por sus bendiciones. La oración nos prepara y nos cambia para poder recibir sus bendiciones.

Durante los primeros meses de mi ministerio vivía solo en una pequeña casa alquilada. Manejaba la idea que a través de la oración podía alcanzar cualquier bendición de Dios. En realidad lo que pensaba era que a través de mis prolongadas oraciones podía convencer a Dios para que me otorgara las respuestas que yo consideraba pertinentes.

Bajo esa idea, comencé a cultivar el hábito de hacer largas oraciones cada día. En determinado momento me encontré orando de ocho a nueve horas diarias. Cada cierto tiempo realizaba ayunos de tres o cuatro días continuos. El resto del tiempo lo invertía en la lectura de la Biblia y de otros libros de Teología. Llevaba un control estricto de la manera en que empleaba mi tiempo y un registro cuidadoso del tiempo que dedicaba cada día a la oración.

En esas condiciones llegó un momento en que pensé que estaba orando tanto que Dios seguramente bendeciría grandemente mi ministerio. En ese momento mi iglesia tenía solamente unos setenta miembros y había entrado en una etapa de estancamiento en una época cuando desconocía por completo el sistema celular.

Llevado por una fe que estaba más basada en mi orgullo que en la dirección del Espíritu Santo decidí realizar unos servicios especiales durante una semana con el propósito de imprimirle un gran salto al desarrollo de la iglesia. Para asegurar que las cosas salieran bien realicé un ayuno durante los cuatro días previos al inicio de la actividad.

Atrevidamente aseguré a los hermanos que el primer día de los servicios especiales tendríamos oración para recibir el bautismo en el Espíritu y aseguré que todos los que no tuvieran la experiencia de hablar en otras lenguas ese día recibirían tal bendición. Para el segundo día anuncié que Dios sanaría a los enfermos e invité a los hermanos a llevar a todos los enfermos que pudieran asegurándoles que Dios los sanaría. Para el tercer día afirmé que sería un día especial cuando Dios salvaría a muchas personas. Animé a los hermanos para que llevaran a sus parientes y amigos incrédulos asegurándoles que Dios los salvaría a todos y que ese día regresarían a casa convertidos en cristianos. Y así sucesivamente.

Ante un anuncio como ese los hermanos se sintieron felices y entusiasmados esperando el primer día de servicios especiales para ver las maravillas que su Pastor había anunciado.

Cuando llegó el primer día prediqué sobre el tema del bautismo en el Espíritu Santo. Al final de la predicación invité a todos los que deseaban recibir el bautismo a que pasaran al frente asegurando que todos los que pasaran al frente lo recibirían. Muchas personas pasaron. Comencé a orar por cada uno de ellos pero el ambiente era muy duro y no se experimentaba la tremenda visitación del Espíritu que había anunciado. A pesar que los hermanos ponían todo su empeño y que yo hice todo de mi parte orando a gritos y alargando el tiempo del servicio, al final, no escuché que ninguna persona hablara en lenguas. Me sentía avergonzado ante los hermanos y solamente deseaba que finalizara el servicio para volver a casa. Me sentía completamente desconcertado y no comprendía por qué Dios no había respaldado mi buena intención de que los hermanos fueran bendecidos. Al volver a casa pasé parte de la noche orando y reprendiendo a Satanás pensando que era él quien había impedido que el avivamiento comenzara esa noche.

Al día siguiente prediqué sobre el tema de la sanidad divina. Al finalizar mi sermón comencé a orar por los enfermos ungiéndoles con aceite. Yo esperaba que se produjeran sanidades grandes como ciegos que recuperaban la vista, paralíticos levantándose de sus sillas de ruedas, sordos que comenzaban a oír. Pero, nada de eso ocurrió. Al finalizar el culto y después de haber orado y ungido con aceite a varias docenas de personas nada extraordinario había ocurrido. Una vez más me sentí avergonzado delante de los hermanos y busqué rápidamente la salida.

Para el día siguiente había anunciado gran cantidad de conversiones. Aún sin comprender lo que estaba pasando decidí ayunar durante todo el día confiando en que las conversiones eran algo que nunca faltaba en mi iglesia. Por tanto, no había razón para que ese día no hubiera conversiones.

Cuando llegó el momento de la predicación había muy pocas personas en el local de la iglesia. La mayor parte de los presentes eran hermanos y solamente había una pareja de mujeres jóvenes que podía reconocer como nuevas visitas. Comencé a predicar con todo mi corazón esperando que, al menos, esas dos jóvenes pudieran ser ganadas para Cristo.

Pero a los pocos minutos de estar predicando comencé a sentirme muy débil físicamente. Había ayunado todo el día además de los cuatro días de ayuno al inicio de esa semana. Nunca he tenido una constitución física fuerte y ese día mi cuerpo comenzó a resentir la abstinencia de alimentos. A los pocos minutos me encontraba ya mareado. Un sudor frío rodaba por mi rostro en tanto que hacía esfuerzos por mantenerme en pie.

Pensé que ese era un ataque del diablo que quería impedir la salvación de las almas. Al mismo tiempo que predicaba comencé a reprender mentalmente a Satanás. Eso, sumado al esfuerzo por mantenerme en pie, hizo que comenzara a experimentar dificultades para expresarme. Las palabras comenzaron a atorarse en mi garganta y mi visión comenzó a oscurecerse.

No sé que aspecto tendría yo, pero me imagino que estaba más blanco que un papel. Aquellas dos muchachas comenzaron a hacerse comentarios y a reírse. Llegó un momento cuando no podía más. Aceleré mi predicación para terminarla cuanto antes y luego hice la invitación para recibir a Cristo. Como estaba a punto de desmayarme no pude prolongar demasiado el llamado al altar y, lógicamente, ninguna persona se convirtió.

Era el final. Estaba completamente frustrado. Y la iglesia también. A partir de allí la semana especial comenzó a apagarse, los hermanos perdieron el interés y poco a poco regresamos al orden semanal acostumbrado sin que se hiciera más mención de “servicios especiales”.

Algunos meses después llegué a comprender que el propósito de Dios en todo aquello era enseñarme que ni las largas oraciones ni los prolongados ayunos pueden precipitar las bendiciones de Dios. Con esto no quiero decir en ninguna manera que la oración no tiene valor; al contrario, estoy diciendo que la oración es de suma importancia y es un componente esencial en el crecimiento de la iglesia pero solamente si se la sabe utilizar de manera adecuada.

El propósito de la oración no es conseguir respuestas de Dios, sino mantener una unión perfecta entre él y sus hijos. Si una persona ora solamente porque quiere respuestas, terminará insatisfecha y enojada con Dios. En realidad, cada vez que oramos recibimos una respuesta, pero ésta no necesariamente es la que esperamos recibir. Nada extraordinario ocurrió en los “servicios especiales” que había anunciado, pero algo extraordinario ocurrió en mí: El hecho de aprender a estar con Dios y a identificarme con él en la oración. De no haber entendido que esa era la respuesta a mis oraciones y ayunos no hubiera obtenido más que el desánimo y la irritación. Mis ayunos y oraciones no sirvieron para demostrar que Dios da respuestas a la oración. Dios no necesita demostrar nada. Pero, a través de esas oraciones llegué a ser lo que Dios quería que fuera por su gracia.

Cuando la oración no recibe respuesta debemos cuidarnos de no achacarlo a Satanás o a nadie más. Cuando nos parece que no recibimos respuesta a la oración siempre hay una razón: Dios usará esa razón para darnos una instrucción personal profunda, dirigida única y exclusivamente a cada uno de nosotros.

EL PASTOR DEBE CRECER EN PASIÓN

El ardor de la iglesia para el trabajo celular solamente puede desencadenarse a partir de un Pastor ardiente. Un Pastor lleno de dudas, tímido, desinteresado no podrá encender la llama entre la congregación.

El Pastor debe vivir su visión y transmitirla con fervor a sus ovejas. Más que las palabras, las ovejas entienden el lenguaje del ejemplo. Nadie podrá permanecer sentado si ve a su Pastor ardiendo por salvar las almas perdidas. La pasión del Pastor Principal será evidente y clara para las ovejas. Ellas verán su celo y su compromiso.

La pasión debe comenzar en el corazón del líder principal. Si no está en el corazón del líder principal tampoco se moverá hacia abajo al resto de la iglesia. René Molina, el Pastor de Elim en Los Ángeles y probablemente de la más grande iglesia de habla hispana en todos los Estados Unidos, con 4,500 miembros en sus células, dijo: “Impartimos seminarios celulares en todos Los Ángeles. Muchos Pastores prueban las células y fracasan. ¿Por qué? Porque carecen de pasión. Carecen de dependencia en Jesús y la pasión para ver las células funcionando a pesar de los obstáculos”.

El Pastor principal debe demostrar una pasión por Jesús. Cristo debe ser su vida, su primer amor, su razón de ser.

EL PASTOR DEBE CRECER EN SU DEPENDENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo no es solamente una doctrina estampada en algunos libros de Teología. Es la persona real que debe dirigir los destinos de su Iglesia. El Pastor debe aprender a escuchar la voz del Espíritu. Sus mensajes deben ser recibidos en la cámara secreta de oración en una dependencia humilde del Espíritu de Dios.

Los caminos de Dios no siempre concuerdan con la lógica humana. Por la misma razón es importante que el Espíritu sea el guía que nos muestre los pasos que debemos dar para poder ver el crecimiento de la iglesia. De esa dependencia humilde y abierta se valdrá Dios para conducirnos por el camino adecuado del crecimiento.

Cuando la iglesia que pastoreaba en la ciudad de Santa Ana adoptó el modelo celular pronto comenzó a crecer cualitativa y cuantitativamente. El local que rentábamos se llenó. El propietario del inmueble nos permitió hacer una ampliación del edificio para acomodar a alrededor de unas 400 personas. La nueva ampliación volvió a llenarse tan pronto como la finalizamos, luego fue necesario comenzar a colocar sillas en la acera, afuera del local.

Los días domingos colocábamos una lona gigante para proteger a los asistentes del fuerte sol que hace en El Salvador. Luego las personas comenzaron a quedarse de pie sobre la calle pues no había más espacio para recibir a más personas.

Entonces sentí que había llegado el momento de tener un edifico más grande. Después de buscar por toda la ciudad un local mayor llegamos a la conclusión que no había otro local más grande que pudiéramos rentar. Ante esa realidad solamente quedaba una opción: construir el auditorio más grande de la ciudad para poder recibir a todas las personas que habrían de venir.

Encontramos un terreno adecuado para nuestro proyecto. Pero, teníamos una limitante de tipo económica. La iglesia reunía apenas lo suficiente para poder completar lo que pagábamos de renta. ¿Cómo podríamos entonces, además de la renta, afrontar el pago de la compra del terreno y, sobre eso, los gastos de construcción del nuevo edificio?

No me quedaba la menor duda que la iglesia necesitaba una gran cantidad de dinero para afrontar tales gastos. Dado que no teníamos tal dinero pensé que lo mejor que podía hacer era orar a Dios pidiéndole que nos diera más dinero. Yo no sabía cómo Dios haría para darnos ese dinero, ese problema se lo dejaba a él, solamente creía que él era la fuente de nuestros recursos.

Con tal fe, comencé a orar fervientemente cada día para que Dios nos diera más dinero. De mañana, tarde y noche no cesaba de pedirle a Dios que nos diera el dinero necesario para poder hacer realidad el proyecto del auditorio más grande de la ciudad para anunciar el evangelio de su Hijo.

Cada día, por varias semanas, fui constante en pedir fervorosamente a Dios que nos diera dinero. Pero, una tarde, mientras oraba, Dios quizá tuvo lástima de mí y en su gracia decidió corregir mi oración.

Mientras de rodillas clamaba: “Danos más dinero, tu sabes que necesitamos mucho dinero para poder realizar este proyecto. Ábrenos las ventanas de los cielos y derrama sobre nosotros mucho dinero…” De repente, no puedo decir si escuché o sentí una gran voz que muy fuertemente me dijo: ¡¡¡NO ES DINERO LO QUE NECESITAN!!!

La voz fue tan fuerte que yo me quedé callado, muy asustado. Luego, en aquel silencio, Dios comenzó a hablarme más suavemente diciéndome: “Lo que necesitan es mi presencia”.

Al escuchar esas palabras comprendí que había estado pidiendo equivocadamente. Dios tenía razón. El siempre la tiene. No era dinero lo que necesitábamos, solamente necesitábamos su presencia. Su presencia era suficiente para que todo lo demás viniese como añadidura.

En ese momento le pedí perdón a Dios y cambie mi oración para comenzar a pedirle que su presencia fuera una realidad palpable en nuestra iglesia. Dios fue muy misericordioso, pues, muchas cosas que le pedí relacionadas con su presencia ocurrieron en los años posteriores.

No puedo explicar cómo Dios lo hizo pero él nos dio lo necesario para cubrir todos los gastos del proyecto e inaugurarlo sin ninguna deuda algún tiempo después. Desde entonces, el auditorio más grande de la ciudad está dedicado a Jesucristo y a su fidelidad (note 2). Y desde entonces, comprendí que la dependencia del Espíritu Santo es clave para poder ser instrumentos de Dios. No somos nosotros los que tenemos que determinar qué es lo que la iglesia necesita, solamente debemos escuchar su voz y obedecerle.

EL PASTOR DEBE CRECER EN LA PALABRA DE DIOS

La pasión que no se fundamenta en la Palabra de Dios es solamente emoción. Las emociones son pasajeras y toda visión basada en emociones no contará con la perseverancia que el trabajo celular amerita. Sin un sólido y creciente conocimiento de la Palabra de Dios no puede asegurarse la conservación de una iglesia numerosa. Sin Palabra sólida la iglesia puede crecer como la hierba, alta pero débil. La idea es que crezca como un roble, alta pero sólida.

El Pastor debe ser un amante del conocimiento de Dios y de sus obras. No debe ser un cazador de novedades religiosas. Debe ser una persona dedicada al estudio de las Escrituras y de aquellas herramientas que le permitan ofrecer un mensaje que sea vianda sólida para las ovejas.

EL PASTOR DEBE CRECER EN CONOCIMIENTO

Los desafíos de una iglesia numerosa son multifacéticos. El Pastor tendrá que enfrentar y resolver situaciones de índole diversa. Eso requerirá amplios conocimientos de los elementos que son importantes para la atención y dirección de la iglesia. Esos elementos son todo el saber humano. Por la misma razón el Pastor debe ser incansable en su búsqueda del conocimiento y de la verdad.

Poco tiempo después que Dios permitió que asumiera como Pastor General de la gran iglesia en San Salvador, comencé a animar a los Pastores a estudiar y a crecer en su conocimiento de Dios y de su Palabra. Sergio Solórzano es una persona que no cree que la preparación teológica formal sea necesaria para un ministro del evangelio. De hecho, Solórzano ahora critica a Elim diciendo que la iglesia ha perdido la visión porque permite y anima a sus líderes a estudiar formalmente la Palabra de Dios.

Durante los primeros años al frente de la Iglesia Elim en San Salvador, constituyó una fuerte lucha el lograr que los Pastores se interesaran por estudiar. Algunos de ellos tenían la convicción, que se les había enseñado por dos décadas, que el estudio es innecesario cuando se posee verdadera unción.

Yo no dudo que una persona con una fuerte unción puede ser usada por Dios aún cuando no haya tenido mayor acceso a educación teológica, pero ¿Acaso no es una gran presunción el evadir el estudio teológico afirmando que se posee tan poderosa unción? La presunción se convierte en mayúscula cuando todas las evidencias señalan a una ausencia de tal unción o cuando se la confunde con expresiones de emotividad que pueden entusiasmar a los sencillos pero no pueden alimentar a las ovejas. Si se posee la unción ¿Por qué habría que tenerse tal desprecio hacia el conocimiento de Dios y de su Palabra? ¿De qué espíritu somos?

EL PASTOR DEBE CRECER EN SANTIDAD

La santidad se posee o no. No se puede ser santo solamente en cierta medida. La santidad debe ser total. El carácter real del Pastor es aquel que se muestra cuando se está a solas. Quien desee que su iglesia crezca debe también crecer en integridad, pureza, justicia, verdad y honestidad.

Los hijos de Dios esperan lo mejor de su Pastor. Los ancianos tanto como los adultos y los niños esperan buenos ejemplos de su Pastor. La conducta del Pastor es determinante cuando se habla del crecimiento de la iglesia. A medida que una iglesia crece extiende su presencia e influencia por toda la ciudad.

Piénsese en una iglesia como Elim. El 9% de la población total de la capital salvadoreña son miembros de Elim. Se puede encontrar miembros de la iglesia en los bancos, almacenes, oficinas, hoteles, restaurantes, las calles y los vehículos que circulan por toda la ciudad al punto que no puede pasar mucho tiempo sin que uno de nuestros Pastores no sea descubierto si anda con conductas pecaminosas.

Nada causa mayores estragos a una iglesia en crecimiento que descubrir pecado en cualquiera de sus Pastores o líderes de células. De hecho, una célula donde el líder comete pecado normalmente se estanca o muere. Luego es necesario hacer un trabajo de sanidad espiritual de las personas y familias afectadas. El crecimiento es incompatible con el pecado.

EL PASTOR DEBE CRECER EN HUMILDAD

Un hombre soberbio será aplastado por el peso de la reputación de estar al frente de una congregación numerosa; pero el hombre humilde no puede ser aplastado por el reconocimiento humano. Él ya fue aplastado por la mano de Dios.

Piénsese en algún hombre que haya sido usado por Dios al mismo tiempo que era orgulloso y no se encontrará ninguno. Si por causa de la gran sed de Dios que existe entre los pueblos algunas veces pueden existir hombres que reúnen grandes cantidades de personas mientras son orgullosos, su petulancia es un augurio que su final está cerca. Dios no comparte su gloria y para que un cuerpo pueda reflejar la luz de otro debe estar desposeído de luz propia. Solamente cuando estemos desposeídos de todo orgullo podremos reflejar la luz de Cristo.

Cuando un Pastor reúne éstos elementos podrá proyectarse para recibir de Dios la visión para su ciudad, país o el mundo. Con tales características el Pastor no encontrará mayores dificultades en comunicar a sus ovejas el entusiasmo y la disciplina necesarios para impulsar el trabajo celular.

El Pastor celular debe creer en verdad en las células. Piensa en ellas, trabaja con ellas, predica de ellas, sueña con ellas. El Pastor celular lee sobre el tema, se informa, se relaciona con hombres claves en el movimiento celular, pregunta, investiga. Respira células y transmite esa pasión a sus ovejas.

ENDNOTES

  1. William A. Beckham, The Second Reformation, p. 168.
  2. Dado el crecimiento sostenido que posee la iglesia Elim en Santa Ana, recientemente se compró una gran porción de tierra al lado del actual auditórium y la iglesia se prepara para construir un nuevo edificio con capacidad para más de 3,000 asientos. Con ello, se reafirmará por muchas décadas en el futuro, que el auditórium más grande de la ciudad está dedicado a la gloria de Jesús. – Nota del traductor.