Transformados por la Trinidad

Liderazgo Pastoral

por Joel Comiskey

de capítulo 2 de Discípulo Relacional

Debo admitir que nunca pensé que la Trinidad tuviera ninguna aplicación personal. Siempre me pareció un interesante concepto teológico pero nada más. Lo estudié en el seminario, lo mencioné en ser­mones y, por supuesto, lo creí. ¿Pero acaso la Trinidad llegó a ser un concepto que me transformara? De nin­guna manera. Mi perspectiva ha cambiado drásticamente. Últimamente me he encontrado meditando en completo asombro y admiración. Estos son algunos de mis pens­amientos: “Amo y sirvo a un Dios que existe en perfecta rel­ación.” “Dios no es solitario. Existe en comunidad.” “Su comunión entre los miembros de la divinidad es mi modelo a seguir.”

La naturaleza divina me emociona. Es un Dios relacional. No es individualista. Desea comunidad.

Esta emoción aún se profundiza al contemplar que este Dios Triuno vive en mí. Me moldea y forma desde adentro para ser un discípulo relacional. Toda la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, reside en cada creyente. La misma naturaleza de Dios, por lo tanto, guía a sus hijos a formar relaciones interpersonales con otros.

La naturaleza relacional de Dios brota de las páginas de la Biblia. Vea cuántas veces las Escrituras hablan acerca de la comunidad, el amor, y las relaciones entre su pueblo. Estas Escrituras simplemente reflejan el carácter de Dios.

Como fuera mencionado en el capítulo anterior, la cultura de este mundo trata de “conformarnos” a sus valores (Romanos 12:2). Pablo también usa la palabra “transformado” en Romanos 12:2. Nos dice que no nos conformemos al mundo pero que seamos transforma­dos por la renovación de nuestras mentes. En español tenemos la palabra “metamorfosis” de esta palabra traducida como “transformados.” Se refiere a un cam­bio total desde el interior antes que desde el exterior.

Dios mismo es quien opera la transformación y su meta es moldearnos a su imagen como dice en Génesis 1:26, “Hagamos al hombre a nuestra imagen. . .” Note el plural en “hagamos” y “nuestra imagen.” Dios nos está transformando a su imagen que es relacional. Larry Crabb escribe,

Hemos sido diseñados por nuestro Dios Trino (quien en sí mismo es in grupo de tres personas en una profunda relación entre sí) para vivir en relaciones. Sin ellas, moriríamos. Es simple. Sin una comunidad donde nos conozcamos, exploremos, descubramos y toquemos unos a otros, experimentamos aislamiento y desesper­ación que nos conducen a direcciones equivo­cadas y corrompen nuestros esfuerzos por vivir bien significativamente y en amor (nota 1).

¿Qué es la Trinidad?

No encontramos la palabra Trinidad en la Biblia. Sin embargo las Escrituras son abundantemente claras que hay un solo Dios y que sus tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) son llamadas Dios. La Biblia enseña que:

  • El Padre es Dios: “para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él…” (1 Corintios 8:6).
  • Jesús es Dios: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” (Hebreos 1:8).
  • El Espíritu Santo es Dios: Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, …No has mentido a los hombres, sino a Dios.” (Hechos 5:3-4)
  • Hay un solo Dios: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.” (Deuteronomio 6:4).

Un famoso credo de la iglesia describe a la Trinidad de la siguiente manera:

Porque es una la Persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; mas la Divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu es toda una, igual la Gloria, coeterna la Majestad. Así como es el Padre, así el Hijo, así el Espíritu Santo. (Credo de Atanasio).

Para mí, la declaración más simple es que hay un solo Dios quien existe eternamente en tres personas: Padre, Hijo (Jesucristo) y Espíritu Santo. (Génesis 1:26, Isaías 9:6, Mateo 3:16-17; 28:19, Lucas 1:35, Hebreos 3:7-11, y 1 Juan 5:7).

Lo cierto es que no podemos explicar completamente la Trinidad. Dios es infinitamente superior a lo que somos y no podemos comprenderlo completamente.

Debido a las limitaciones humanas, históricamente se han usado ilustraciones para describir la Trinidad. Algunas son mejores que otras. Una de las más usadas es la del triángulo. Un triángulo tiene tres ángulos los cuales están en una forma inseparable, simultánea uno con otro. En ese sentido es una buena ilustración de la Trinidad. Por supuesto que el triángulo es finito y Dios es infinito.

Agustín, uno de los padres de la iglesia, ilustró a la Trinidad tomando 1 Juan 4:16, donde se nos dice que Dios es amor. Agustín elaboró que el amor implica un amante, un amado y el espíritu del amor entre el amante y el amado. El Padre sería como el amante, el hijo, el amado, y el Espíritu Santo el espíritu de amor. El amor no puede existir a menos que estos tres cooperen al unísono. Esta ilustración tiene la ventaja de ser personal, pues involucra al amor, una característica que fluye solamente de personas.

La Trinidad y la comunidad

¿Ha estado alguna vez en un grupo en cual percibió un conflicto de personalidades? Posiblemente una persona trataba de dominar la conversación. O se enfrentó a alguien con una personalidad peculiar que le moles­taba. Al estar listo a reaccionar de una manera intem­pestiva (ej., respuesta violenta, chisme, ira), pídale a Dios que le ayude a actuar como la Trinidad. En vez de demandar atención personal, pídale a Dios fortaleza para caminar en humildad, al orar por esa persona.

Jesús frecuentemente señaló la unidad dentro de la Trinidad como el modelo que los discípulos debían seguir. Mire cómo Jesús describe Su relación con el Padre:

…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me en­viaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. (Juan 17:21-22).

La unidad del Padre, Hijo, y Espíritu Santo salta de las páginas de la Escritura. El Nuevo Testamento se asemeja a una carta amorosa entre el Triuno Dios y su pueblo:

  1. El Padre ama y se deleita en el Hijo (Mateo 3:17).
  2. Jesús recibe el amor del Padre y le complace por amor y obediencia (Mateo 12:31). Jesús dice: “Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió.” (Juan 12:44-45).
  3. El Espíritu glorifica tanto al Padre como al Hijo (Juan 16:14). La obra del Espíritu es traer a la memoria las Palabras de Cristo (Juan 16:12-15).

Cada persona de la Trinidad ama, honra y glorifica a la otra y recibe amor y honor de las otras. Jürgen Moltmann, un famoso teólogo, escribió:

Las tres personas de la divinidad no están simplemente por sí mismas. Existen en una relación de una por otra. Son personas en relaciones so­ciales. El Padre solamente puede ser llamado Padre en relación con el Hijo; el Hijo solamente puede ser llamado Hijo en relación con el Padre. El Espíritu es el aliento de quien habla. Debe­mos imitar la naturaleza relacional de Dios. Cristo llamó a los doce discípulos y caminó con ellos por tres años demostrando y enseñándoles acerca del amor y la comunidad. El componente clave de su entrenamiento fue la formación y desarrollo de sus vidas en conjunto (nota 2).

Jesús tenía un tremendo desafío para amalgamar tan diverso grupo. Trajo discípulos que eran temperamentales y fácilmente ofendidos. Muchas veces se veían como competidores. No les era fácil lavarse los pies unos a otros (Juan 13:14).

Jesús continuamente les enseñó la importancia de la unidad y el amor de los unos por los otros. Les dijo que las personas ajenas al grupo reconocerían que eran sus discípulos por el amor que tuviesen unos por otros. Aún les dijo que el mundo creería cuando vieran la unidad que los discípulos se dispensaran unos con otros. Jesús oró al Padre: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Juan 17:23).

Los escritores del Nuevo Testamento no se detuvieron de hablar acerca de la comunidad. La frase “unos a otros” ocurre más de cien veces en el Nuevo Testa­mento y la mayor parte de ellas tienen que ver con las relaciones entre los creyentes y cómo cultivar esas relaciones. El próximo capítulo se concentra en los “unos a otros.”

La Trinidad operando en nosotros

¿Cuántas veces nos hemos propuesto hacer cosas por nuestras fuerzas y hemos fallado? Muchas veces nos hemos comprometido a cosas como:

  • “Voy a obrar de acuerdo a la regla de oro.”
  • “Voy a amar a mi enemigo porque Dios lo dice.”
  • “Voy a amar a mi prójimo.”

En resumen, si el Espíritu no obrase en nosotros no podríamos llevar a cabo las Escrituras acerca de los “unos a otros.”

Sufrimos de una mentalidad individualista y barbárica. Estamos determinados a no someternos a nadie. La armonía y el amor de la Trinidad es tan distinto a nuestra propia naturaleza humana que necesitamos de Él para transformarnos con ese mismo amor por ser parte de una comunidad.

Se requiere de una ponderosa transformación interna para poder pasar de una vida de individualismo a una de comunidad. Dios lo hace en nosotros y fluye a nuestro alrededor.

Amo a los devocionales personales y hasta he escrito un libro acerca de ellos (nota 3). Pero más y más descubro que los devocionales personales no son realmente personales. Mas bien, el tiempo de un devocional personal es entrar en comunión con la Trinidad, los tres en uno. Los devocionales tienen que ver con el crecer en una amorosa relación con Dios quien no actúa independi­entemente o en una manera individualista o autónoma. Nuestra relación consigo fluye a nuestra relación con los demás.

Al tener un tiempo quieto se puede captar un resplandor de lo que el perfecto amor y unidad es en realidad. Al pasar tiempo en Su presencia podemos ver a los demás con Sus ojos. Dietrich Bonhoeffer experimentó los horrores de la Alemania Nazi que fuera la personificación del orgullo centrado en el hombre. Pero aún en medio de tal caos Bonhoeffer escribió, Life Together (Vida en Comunidad), un tratado acerca de la comuni­dad de creyentes centrada en Dios. Escribe:

El creyente entonces alaba al Creador, el Redentor, Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por la presencia física de un hermano. El prisionero, el enfermo, el cristiano en el exilio ve en la compañía de un cristiano amigo la señal física de la graciosa presencia del Dios trino (nota 4).

Dios nos ayuda a ver Su presencia en otros y a amarles como El lo hace. Nos transforma para actuar como El. El actuar independientemente es contrario a Su carácter. La comunidad, ciertamente, es la misma na­turaleza de Dios.

Nuestra meta debiera ser rendirnos al Espíritu y permitirle que nos moldee y conforme. Al hacerlo, nos moverá amarnos unos a otros, a servirnos unos a otros, a esperarnos unos a otros, a caminar en humildad los unos con los otros y a cumplir con los demás mandatos bíblicos relacionados con los “unos a otros.” Al hablar acerca de la libertad del creyente, el apóstol Pablo dice:

“Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.” (1 Cor. 10:24).

Notas

  1. Citado de Randy Frazee, The Connecting Church (Grand Rapids: Zondervan, 2001), p. 13.
  2. E. Moltmann-Wendel and J. Moltmann, Humanity in God (New York: Pilgrim, 1983), p. 97, cita en Gorman, op. cit., p. 26.
  3. An Appointment with the King (Moreno Valley: CCS Publishing, 2002, 2011). Puede ser adquirido en mi librería en línea: http:// store.joelcomiskeygroup.com/allbobyjoco.html
  4. Dietrich Bonhoeffer, Life Together (New York: Harper & Row, 1954), . 20.